domingo, 25 de marzo de 2018

Nos vamos a Japón III

Primavera 2017 ❀

Irasshaimase!!!  

Conforme entro en el restaurante percibo la confabulación existente dentro del mismo para gritar a los cuatro vientos semejante perla.

"¿Es a mí?" Sonrío tímidamente sin saber muy bien qué decir, qué hacer o a dónde mirar. Una amable camarera me acompaña hacia la barra y me ofrece un sitio al lado de una elegante pareja de japoneses de la tercera edad. Cinco veteranos de guerra, o cocineros, se afanan detrás del mostrador en el milenario arte de preparar sushi. Pido urgentemente un vino para ayudarme a digerir toda la situación.

- Irasshaimase!!

"¿Otra vez? ¿Pero qué gritan?" De nuevo todo el restaurante se viene abajo al entrar otra pareja de clientes. Empiezo a atar cabos y a pensar en la posibilidad de que el "samassseeeee" ése sea como una especie de bienvenida para los clientes. Pero es que, de verdad, qué ruido, qué alboroto, otro perrito piloto. Aquí grita hasta el apuntador. "Tú dale al vino..."

Observo que el restaurante está lleno de nipones aparentemente elegantes y deduzco, con una agudeza visual fuera de lo normal, que soy el único turista. Disfruto de mi elección de restaurante totalmente improvisada dándole otro sorbo al vino de Rueda. Sí, fue ver la palabra Rueda en la carta y mi dedo índice se fue directamente hacia allí como poseído por algún espíritu.

La comunicación con los cocineros -parece que aquí se lleva la interacción- y con la camarera no es muy fluida que digamos. Su inglés es más bien nulo y mi capacidad inventiva del japonés pues tampoco ayuda mucho, para qué nos vamos a engañar. En cualquier caso, me apaño para pedir un plato de nigiri -la técnica de la qüija- y me deleito viendo en directo su elaboración. Puro arte. Alucino en todos los colores, menos en verde y marrón.

- Irasshaimase!! 

"Pero si aquí ya no cabe un alma". El empuje de Rueda empieza a surgir efecto y a punto estoy de ponerme a hacer la ola con todos los allí presentes. "¡Alegría! Joer, con esto de adaptarme al medio, ya me he pimplado la primera copa de vino."

Excuse me?! Another one please...

De repente una bandeja de nigiri se posa delante de mis narices.


- Wowwwww. Arigato total. 

Sinceramente, no sé ni por dónde empezar. Siempre me gusta dejar lo mejor para el final -por ello del regusto-, pero en este caso todos tienen una pinta exquisita.

Mientras humedezco mis labios con Rueda, observo disimuladamente -así, de reojo- cómo mis vecinos de al lado tumban el nigiri noventa grados en su bandeja de bambú, lo elevan y acarician sutilmente el lomo del pescado sobre la salsa de soja antes de introducirlo en su boca, que no en la mía. Sus mandíbulas realizan un centrifugado ralentizado y mientras el sushi va explosionando todos sus sabores, ellos van poniendo caras de interesante, de agradecimiento y de "me sobra la pasta..."

La abuela ejecuta estos pasos de baile con unos elegantes palillos, mientras su amante, marido o abuelo de compañía, lo hace directamente con la mano. Lo reflexionaremos esta noche con el gintonic...

Cuando termina el centrifugado veo que intercambian opiniones con su cocinero y, aunque no sé muy bien para qué, decido hacer oreja. Me imagino que le estarán contando los sabores experimentados, la frescura del pescado o la película de anoche. Vaya usted a saber de qué están hablando...

"Lo que me faltaba, tener que comentar también con mi cocinero lo bien que le ha salido el sushi".

En fin, elijo uno al "azahar" y lo introduzco en mi boca, que no en la de los vecinos. El filete de atún se derrite en el paladar y, en efecto, la explosión de sabores produce una sensación de goce indescriptible. Miro al cocinero con los ojos acristalados -y no por el wasabi- y le hago saber, como buenamente puedo, que su creación es sencillamente maravillosa.

- Arigato gozaima (o como se diga).

Intento alargar la magia del momento deleitándome en el centrifugado de cada pieza de arte. Pero, como todo en la vida, también la magia es limitada y la velada tocaba a su fin. Feliz, me levanto y me despido de mi cocinero, de la camarera y de mis vecinos de barra que me miran con cara de... "principiante".

- Irasshaimase!! 

Se conoce que el grito de guerra lo usan para todo: 1) bienvenidos; 2) gracias por haber venido y... 3) atención, atención que un cliente se va; aseguraros de que ha pagado la cuenta. Esto último ya se imaginarán ustedes, mis queridos lectores surrealistas, que es una invención propia del autor de este blog.

Por si les sirve de algo, les diré que en Japón dejar propina es de mala educación. Es una señal de arrogancia o superioridad que no está bien vista; al contrario que en mi querido país de expatriación. Diferencias culturales entre países.

Me giro y hago un saludo general "Irasamassseee". El público me ignora totalmente mientras desaparezco por detrás de la cortinilla. Conforme salgo a la calle, decido mantener en mi recuerdo -tarea ardua y complicada- el nombre del restaurante. Miro hacia atrás y observo un edificio acristalado lleno de caracteres japoneses. "Fenomenal. Y ahora ¿cuál de todos estos caracteres será el nombre?"

No sé si algún día volveré pero, de camino al hotel, vuelvo a dar gracias a Dioniso o a quién sea que esté por allá arriba por haberme permitido vivir de nuevo un momento tan mágico. Y lo de menos, créanme, ha sido el sushi...

- Irasshaimase!! 



Restaurante Tsukiji Tamasushi en Tokio

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