domingo, 11 de marzo de 2018

Nos vamos a Japón I

Primavera 2017 ❀


- ¿Desea usted un copita de champagne?

- Por supuesto, gracias-. "Qué manía con tratarme de usted. Necesito urgentemente un chute de antioxidantes". Reclino mi asiento mientras esbozo una sonrisa: "¿Seguirán teniendo poderes antioxidantes las uvas después de la fermentación?"

Atrás quedaba el estrés de los últimos meses. Y es que la empresa para la que llevo trabajando casi dos décadas prodigiosas -otro chute de antioxidantes- se disponía a cerrar una etapa histórica de su centenaria vida, iniciando un proceso de venta que se aventuraba largo y complicado. Pero bueno, de momento dejábamos atrás unos complicados meses de sangre, sudor y lágrimas. "Ya estamos hiperventilando". Realmente no hubo ni lo primero, ni lo último, pero algo de lo segundo sí que hubo y, claro, ya me ven todo el día en el trabajo con la americana puesta para disimular la indiscreción de las camisas azules.

Pero mejor démosle un sorbo a la copita de champagne: "Japón, here we go (allá vamos)".

Les confesaré, mis queridos lectores surrealistas, que siempre he sentido una especial predilección por la cultura japonesa. La educación de l@s japoneses/as me inspira. El sushi me fascina. Sus tradiciones me cautivan. Vamos, que llevaba mucho tiempo queriendo conocer la tierra del sol naciente y, de repente, ahí estaba sentado en un avión con mi copita de burbujas antioxidantes en la mano -seguro que ya había decidido que la uva fermentada seguía teniendo propiedades antioxidantes- dirección a Tokio.

Si la felicidad se pudiera congelar en un momento, ése hubiera sido el elegido.

- Por favor abróchense los cinturones y pongan su asiento en posición vertical. Estamos a punto de aterrizar-. Ya ven, me he saltado trece horas de vuelo de un "teclazo". Conforme salgo del avión me entran ganas de abrazar a tod@s las azafatas y azafatos. La emoción me embriaga y, como diría una grande, hagas lo que hagas... ponte bragas. ¡Estamos en Japón!

La amabilidad de los empleados en el aeropuerto hace imposible que te montes en el tren equivocado. Me apeo en la ficha G9 del tablero, digo del metro de Tokio -anda que no tienen guasa los mapas de metro para un daltónico confeso como yo- y mis ojos verde-pardo-marrones se abren como platos.

¡Bienvenidos al corazón de Ginza!


Llegamos al hotel -ya saben que Chispa (la neurona cachonda), Dora (la exquisita neurona olvidadiza), Murphy (el amigo cabrón que todo lo complica) y Lola (la bola de cristal que todo lo visualiza) siempre viajan conmigo- y dado el desfase horario acumulado, no tengo muy claro si debo irme a dormir o no. "Pero, ¿cómo me voy a ir a dormir si parezco un ciclotrón? Tira a la calle"

Fascinado, avanzo entre una multitud de japoneses ataviados como fichas de dominó con traje negro y camisa blanca, y japonesas con falda negra y gabardina beige. "Viva la variedad". Para variedad la mía, que desentono sobremanera. Pero y qué más da; ando feliz entre el bullicio... 

Reflexiono sobre cómo un país tan tecnológicamente avanzado puede tener una flota de taxis tan antigua; sólo veo Toyotas del año la tana por todos los lados, incluso alguno de ellos con cortinillas de ganchillo. Cuando de repente, una elegante japonesa de mediana edad se apea de uno de ellos delante de mis narices y se aleja sin dignarse a cerrar la puerta. Al instante, observo perplejo cómo la puerta se empieza a cerrar automáticamente. Concluyo la reflexión.

Sigo avanzando con la cabeza bien alta, así como si yo también viniera de un país tecnológicamente avanzado. Disfruto como un chiquillo viendo coches tan variopintos -pasión y deformación profesional- e inicio una nueva reflexión al percatarme que el noventa y cinco por ciento de los coches son japoneses. Empiezo a contar fabricantes: Toyota, Lexus, Nissan, Infiniti, Honda, Mitsubishi, Mazda, Subaru, Suzuki...

De repente, un soldadito de plomo o guardia de tráfico enfundado en su uniforme, casco, porra y guantes blancos incluidos, me hace perder la cuenta al detener mi paso. Ahí está él todo elegante regulando el tráfico de entrada y salida de vehículos a los edificios, y el paso de viandantes por la acera. Alucino. La suavidad y precisión de sus movimientos, indicando con la porra cuándo uno tiene que parar o avanzar, me recuerdan a los de una gimnasta con su cinta. Me quedo ensimismado observando la escena y no puedo evitar sonreír. Al terminar el ejercicio saluda con la pertinente inclinación de cabeza. Sigo alucinando. Decido irme a tomar un gintonic para asimilar conceptos.

"Creo que el camión que ha salido del edificio era un Isuzu y el coche que entraba un ¿Daihatsu?" Vuelvo a recontar fabricantes de coches nipones. Tolón, tolón, tolón, ¡campana y se acabó!

Han sido once fabricantes de coches japoneses, a vaya usted a saber el dinero que genera cada uno de ellos al año, hacen un total de... una buena aportación a la economía japonesa. O tienen la importación muy penalizada a base de impuestos desorbitados, o el nivel de patriotismo es descomunal. O las dos cosas a la vez. Lo analizaremos... o no, porque seguro que mañana ya ni me acuerdo.

La ciudad se apaga y decido meterme en el sobre y plegar la oreja (irme a dormir). La oreja está plegada, pero Chispa y Dora, que siempre van a su bola, están de fiesta y no me dejan ni acercarme a la casa de Morfeo. A las dos y media de la madrugada tiro la "tovallola" y me dispongo a preparar el día siguiente. 

Primer objetivo: intentar conseguir una de las limitadas entradas -creo que sesenta- que se ponen a la venta cada mañana en el mercado del pescado o lonja de Tsukiji para presenciar la subasta de atún de 5:30am a 6:30am.

- Tuna auction (subasta de atún)? Tuna auction (subasta de atún)? Hai ohaio samae kai sol aut... (sonidos ininteligibles)- Dos soldaditos de plomo, como dos gotas de agua, apostados en la entrada de la lonja intentan comunicarse conmigo en mitad de la noche.

- Yes. Arigato sakai samasasasa-. Observo alucinado cómo, de manera espontánea, mi boca empieza a deslizar sonidos japoneses ininteligibles en un absurdo intento por mostrar empatía lingüística. 

¿Mimetización con el entorno? ¿Falta de sueño? ¿Ganas de hacer el idiota?... 


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